domingo, 23 de junio de 2013

SESIÓN: 3


PINTURA REPUBLICANA EN EL PERÚ

La declaración de la Independencia en 1821 y la victoria de los ejércitos libertadores en Junín y Ayacucho, sellaron el fin de un régimen político de más de tres siglos. Pero el sistema colonial, que había definido las formas culturales de toda una sociedad, de sus costumbres y de sus instituciones, no se deshizo abruptamente con la Independencia. Los cambios tampoco se dieron por igual en todos los campos, ni se efectuaron al mismo ritmo.

La inestabilidad institucional del temprano Estado republicano impidió que se iniciaran proyectos de largo aliento. Las grandes comisiones cesaron abruptamente. Así, los géneros que dependían del poder político y eclesiástico, como la arquitectura, la escultura monumental y la pintura, prácticamente no se renuevan hasta mediados de siglo. Es tan solo en la segunda mitad del siglo XIX que, con los recursos generados por el guano, se emprenden nuevos proyectos. Además, la pintura en los centros, y particularmente en Lima, se renueva bajo la influencia del arte contemporáneo de Francia y de Italia, en busca de una modernidad que pudiera señalar su independencia cultural frente al reciente pasado español. En cambio la pintura creada en la periferia, así como aquella producida para el consumo popular, mantiene elementos de continuidad con sus precedentes coloniales. Así, en los campos donde el Estado y la Iglesia no tenían una participación directa, las formas coloniales se prolongaron por largo tiempo.


 La secularización fue una de las consecuencias más evidentes de la ruptura colonial. Pero existe también un abrupto cambio de giro en la geografía del país. La preeminencia de Lima marca, a partir de la Independencia, el sino un centralismo que llega a producir una diferencia notable de desarrollo económico y cultural con respecto al resto del territorio peruano. Una gran parte de este comercio florece con la apertura de los puertos, que fortalece a ciudades como Arequipa, Lima y Tacna. En este proceso, antiguos centros del sur andino como Cuzco y Huamanga pierden su lugar de predominio regional, al quedar marginados de las antiguas rutas comerciales con las regiones mineras del Alto Perú. La penetración de la región amazónica, iniciadas con el periodo anterior desde las ciudades andinas, sufre entonces también un repliegue significativo. Por ello, la rápida transformación de los gustos artísticos que trajo consigo la apertura y la importancia masiva de productos europeos, afecto principalmente a las ciudades costeras. 

Esta escisión republicana conduce a desarrollos desiguales, que aseguran las subsistencia e incluso la profundización de grandes diferencias culturales. Se agranda así el abismo entre las artes “cultas”, ligadas a los escenarios internacionales, y las artes “populares”, asociadas a las tradiciones locales de origen colonial. Incluso se puede afirmar que la noción misma del “arte popular” se crea como concepto diferenciado precisamente en este periodo.

Fuera de la capital, el florecimiento de las artes decorativas a lo largo del siglo XIX señala el paso de una producción dirigida por las autoridades. Los historiadores han identificado incluso un proceso de “indianización” republicana, guiado por la recuperación demográfica de las comunidades indígenas, que adquieren mayor autonomía y estabilidad en este periodo. Las tradiciones derivadas de la época colonial, como la pintura devocional, la talle de piedra de Huamanga los mates burilados, la platería, tejidos, queros y otros objetos de uso cotidiano, van construyendo un estilo diferenciado, caracterizado por una vitalidad expresiva. A diferencia de otros géneros, aquí no se dan grandes saltos y ruptura, sino que los nuevos estilos se introducen de manera progresiva, a un ritmo propio, transformándose sutil y gradualmente. Así por ejemplo, elementos neoclásicos se incorporan a la pintura mural, y a las artes decorativas sin trastocar la coherencia de las formas tradicionales.
Los procesos sociales y económicos que se iniciaron con la emancipación política de España contribuyen, sin embargo, a consolidar nuevos ordenamientos sociales, que transforman gradualmente las formas de creación artística. Sobre todo se impone un nuevo mapa cultural, que fortalece la diversidad y establece las grandes diferencias regionales que aún hoy define el panorama del arte en el Perú.

PINTURA REPUBLICANA EN EL PERÚ

La Pintura de la República vista a través de su evolución, tiene la virtud de mostrarse sencilla, clara y concreta en la presencia de cuatro grandes periodos, que podrían llamarse estilos por las características definidas de cada uno. Así tenemos en respectivo orden, la imagen primogénita de una Pintura Costumbrista, a la que continua la Pintura Académica, sigue posteriormente la Pintura Indigenista y concluye el proceso evolutivo, la Pintura Contemporánea o modernista. Como se puede apreciar, el desarrollo histórico y estético de nuestra plástica se simplifica notablemente ante la existencia de cuatro corrientes y movimientos debidamente personificados, sin que esto signifique sin modo alguno, una canalización absoluta, puesto que la diversidad de atributos espirituales de sus ejecutantes determinan en cada periodo una gran riqueza y variedad de matices estéticos dentro de las realizaciones plásticas.

REPRESENTANTES DE LA PINTURA REPUBLICANA EN EL PERÚ

El primer representante fue el pintor Piurano: Ignacio Merino, realizó estudios en Francia y al llegar al Perú funda la Academia de Pintura y Dibujo, en 1841, en esta academia formó sus dos mejores discípulos: Francisco Laso y Luis Montero. Entre sus principales obras tenemos: Fray Martin de Porres, Balboa tomando posesión del mar.

CORRIENTES DE PINTURA REPUBLICANA EN EL PERÚ

En esta época republicana el movimiento artístico peruano se divide en tres corrientes pictóricas:

·         Corriente pictórica costumbrista
·         Corriente pictórica académica
·         Corriente pictórica indigenista.

CORRIENTE PICTÓRICA COSTUMBRISMO

Producido el cambio político y social en el país, es decir superado el tiempo de la opresión y las limitaciones que significo el coloniaje, el hombre y la cultura se sintieron libres, con nuevas aspiraciones e ideales. Procedieron entonces los artistas a expresarse con interés sobre los motivos y costumbres que les eran propios, querían demostrar la alegría de ser libres a través de la versión emotiva de sus sentimientos, de la exaltación tierna, sincera y cariñosa de la vida y de la realidad de la época. Surge así entonces una pintura expontanea y alegre de tema costumbrista, el costumbrismo en la pintura presenta los caracteres más originales y significativos de la vida de un pueblo, de una región o de un país.

Los representantes más prolíficos fueron José Gil de Castro [él que marca la transición entre lo colonial y lo republicano, eximio retratista] y Pancho Fierro a cuya obra dignísima podemos agregar también la producción de algunos discípulos o seguidores como Vidal y Lazarte, y de otros artistas extranjeros simpatizantes como Juan Mauricio Rugendas, Francisco Leoncio Angrand, Bonnaffe, Max Radiguet, E, Forest, Gilbert Farquhar y algunos más, que a su paso por nuestro país quedaron hondamente impresionados por la singularidad de nuestras costumbres como también por la ingenuidad de nuestros pintores autodidactas.

A partir de 1821 y pasada la euforia y el entusiasmo revolucionario, se desencadenó un intenso proceso de definición nacional que, bajo la forma política del sistema republicano, involucraba a todos los aspectos de la vida en el nuevo país.
Es en esta etapa de transición en que encontramos al mulato Pancho Fierro quien nació aproximadamente hacia 1807. Pintor autodidacta, su arte es fruto del talento personal y de un agudo conocimiento de la naturaleza humana. El público que adquiría sus obras no pertenecía tanto al mundo de los salones y de la alta sociedad de entonces, como a la gente de la calle que se sentía íntimamente identificada con sus producciones. 

Pancho Fierro fue básicamente acuarelista y se le reconoce como el más importante de nuestros artistas costumbristas del siglo XIX. Casi la totalidad de sus acuarelas fueron hechas sobre cartulina corriente y en formato pequeño. Su obra pone de manifiesto una clara preferencia por trabajar pocos personajes en cada cartulina. Ello se explicaría por sus propias limitaciones en el manejo del dibujo, evitando gracias a la sencillez, problemas como el de la perspectiva lo que adicionalmente le permitía concentrar su ingenio en lo esencial y característico de cada personaje.


En cuanto a los temas que Pancho Fierro trabajó, destacan aquellos que caracterizaban a la Lima de aquella época, que era una ciudad en donde se respiraba una mezcla de religiosidad y criollismo y en la que la vida transcurría plácidamente. Pancho Fierro tuvo personajes y temas favoritos como aquellos cuyo paso puntual por las calles, daba cierto ritmo a una ciudad que parecía resistirse a abandonar la molicie heredada del régimen colonial.

En sus acuarelas encontramos personajes como la lechera, el aguatero, la tamalera, la vendedora de pescado, la misturera y el vendedor de velas que, entre otros, llenaban con sus pregones las horas de la mañana a la noche. Junto a ellos, los clérigos, beatos y monjas fueron también motivo de inspiración, como lo fueron los funcionarios públicos y los que ejercían oficios libres.

No podía faltar la tapada limeña que con su saya y manto, llena de hermosura y picardía, quedó magistralmente perennizada en las acuarelas. Trabajando con colores alegres y limpios, Pancho Fierro logró trasmitirnos una imagen fidedigna de la Lima de principios del XIX, en la que a él le tocó vivir.

REPRESENTANTES DE LA PINTURA COSTUMBRISTA

·       Francisco Fierro.
·       José Gil de Castro.
·       E. Vidal
·       Juan Mauricio Rugendas
·       Francisco Leoncio Angrand
·       A. A. Bonnaffe
·       Max Radiguet y
·       Otros.

CORRIENTE PICTÓRICA ACADEMICA

Establecido es sistema republicano en el Perú, la cultura y el arte estimulados por un absoluto sentido de libertad se orientaron hacia nuevos confines, donde lograron nuevas experiencias, nuevos conocimientos y sobre todo, la forma de vincular nuestra cultura artística al desarrollo estético universal. Viajan entonces nuestros jóvenes artistas al viejo mundo donde el arte había logrado su más alta expresión; unos por cuenta propia: otros enviados por el gobierno en razón a sus méritos y virtudes artísticas, pero todos van entusiastas y ansiosos de aprender y traer a nuestra patria lo mejor del arte europeo. Europa fue desde los inicios de la República, y sigue siendo, la meta de nuestros artistas.

Conforman el grupo de pintores académicos: Ignacio Merino, Francisco Lazo, Luis Montero, Daniel Hernández, Teófilo Castillo, Carlos Baca Flor entre los más destacados, pero también realizaron obras de considerable valor Federico Torrico, Francisco Masías, Juan Lepiani, Luis Astete, Abelardo Alvarez Calderón, Federico del Campo, Carlos Jiménez y Alberto Lynch. Estéticamente, encontramos en el arte de nuestros pintores académicos, secuencias neoclásicas, románticas, realistas e impresionistas que aportaron un amplio conocimiento al arte nacional.

La influencia del arte europeo, se dejó sentir en nuestro medio, en el que rápidamente el gusto capitalino se definió por la tendencia neoclásica que estaba inspirada en técnicas y temas del pasado. La sociedad peruana de mediados del XIX carecía de identificación nacional y salvo las expresiones costumbristas de Pancho Fierro, pasaría todavía casi un siglo antes de que el tema local y nacional fuera motivo de inspiración de nuestros artistas.

Es por ello que entendemos al Academismo, como aquel período en el cual nuestros pintores se educaron y formaron artísticamente en las canteras europeas y se nutrieron de todo aquello que, enmarcado en las academias parisinas, les regulaba la composición, les establecía patrones rígidos al uso del color, buscaba la perfección en el dibujo y favorecía los temas históricos, literarios o paisajistas. Toda la producción se hacía al interior mismo de las academias, sin que los artistas tuvieran mayor contacto con la naturaleza y la realidad de su entorno.

Una formación así de rígida, obedecía a las tendencias puristas de la época, que encontraban eco y aceptación en los círculos artísticos europeos y americanos. Artistas peruanos como Ignacio Merino, Francisco Laso y Luis Montero entre otros, buscaron desarrollar su arte en Europa y entrar en contacto con el arte oficial de entonces, que se aprendía en las academias, las mismas que desde la segunda mitad del siglo XVIII, hacían furor en el viejo continente.Maestros del nivel de Delaroche, Delacroix y Fortuny ejercieron una gran influencia en nuestros artistas, quienes en su mayoría permanecieron la mayor parte de su vida en Europa, a pesar de las penurias y estrecheces económicas por las que pasaban.  Algunos de ellos realizaron visitas a Roma, Venecia y Florencia, donde entraron en contacto con las principales obras nacidas luego del renacimiento italiano.

Aquellos que regresaron al Perú se encontraron con un medio bastante cerrado que prefería encargar las obras de arte a Europa, antes que adquirirlas de los artistas locales. Una de las actividades más importantes que ellos realizaron en Lima, a su retorno de Europa, fue la enseñanza del dibujo y la pintura.  Tal fue el caso de Merino que trasmitía con rigurosa disciplina, las pautas de las academias parisinas. Un caso singular es el de Laso quien a pesar de su formación academista y el ambiente en el que se desenvolvió, introdujo temas peruanos en sus composiciones. Sobresalen obras como “El indio alfarero” y su serie de “Pascanas” en las que se distingue una imagen romántica de la realidad andina.

REPRESENTANTES DE LA PINTURA ACADÉMICA

·       Daniel Hernández
·       Carlos Baca Flor
·       Ignacio Merino
·       Francisco Laso.
·       Luis Montero
·       Teófilo Castillo
·       Federico Torrico
·       Francisco Masías
·       Juan Lepiani y
·       Otros.

CORRIENTE PICTÓRICA INDIGENISMO

En el devenir de la vida es necesario conocer un poco de mundo, para conocernos mejor a nosotros mismos. El contacto con nuevos ambientes y nuevas realidades, nos permiten entender mejor nuestro ámbito vital. Así sucedió en la pintura, la belleza de esos mundos idealizados del arte académico y clásico, dio la posibilidad a nuestros artistas de conocer el significado real y concreto de nuestra tierra, de nuestros habitantes, de nuestra herencia artística. El excesivo interés y respeto por lo foráneo decae ante una nueva concepción del valor estético como exaltación primordial de lo propio. Algunos artistas que emigraron en afanosa búsqueda de conceptos originales, vuelven a la tierra saturados de nostalgia portando un mensaje de amor a lo suyo. Surge así la Pintura Indigenista, ávida de emoción local, deseosa de gozar y transmitir la belleza temática, formal y cromática de nuestros pueblos y de nuestros tipos. Tuvo el indigenismo su momento, laboro y produjo su aporte de claro y evidente nacionalismo, pero mirado con el desdén que se dispensa a lo aldeano, tuvo que pasar también y ceder camino a la reacción surgida en la lógica rutina de cambio dentro de la inmensa rueda del tiempo. Efímera, pero fructífera fue la vida del indigenismo en la pintura. Quienes operaron en el nuevo estilo supieron impactar hondo en la sensibilidad de nuestro pueblo, y hoy los nombres de José Sabogal, Jorge Vinatea Reynoso, Enrique Camino Brent, Camilo Blas, Julia Codesido y otros se encumbran ante el aprecio y la aceptación incondicional hacia todo lo peruano. Las ojotas y el poncho de nuestros hermanos de la sierra ya calzan nuestros pies y flamean en nuestros ámbitos.

Sin llegar a ser un grupo que pretendiera reivindicaciones, los indigenistas se volcaron a plasmar en el arte, representaciones naturalistas y coloridas del paisaje nacional, del hombre andino y de su medio cotidiano. El mundo indígena aportó una fuente inagotable de inspiración y motivó el uso de técnicas diferentes; primó una textura más gruesa y el uso de colores intensos que permitían representar con gran realismo al hombre peruano y a su deslumbrante y variado entorno, con un tratamiento que escapaba a toda concepción académica.

La influencia de José Sabogal se dejó sentir desde sus primeros años como profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde reunió a un grupo de jóvenes artistas que compartieron con él su inquietud y preferencia por lo autóctono y en un acto de independencia cultural y de cuasi rebelión con el medio tradicional, hicieron de la problemática nacional la esencia de su arte. Los seguidores más destacados fueron Julia Codesido, Enrique Camino Brent, Cota Carvallo, Camilo Blas, Teresa Carvallo, Felipe Cossío del Pomar y Mario Urteaga entre otros.

A la muerte del maestro Hernández, José Sabogal asumió en 1932 la dirección de la Escuela. Si bien ello significó el reconocimiento oficial del movimiento, señaló también el inicio del decaimiento del estilo indigenista, como agente dinamizador del arte. Algunos pintores de indiscutido valor simpatizaron también con el mo- vimiento indigenista, pero optaron por una creación en libertad; es por ello que, a pesar de ser contemporáneos a los indigenistas, no son parte del entorno cercano a José Sabogal. Ellos expresaban su voluntad de tratar también los temas autóctonos y locales pero con mayor libertad y con técnicas y estilos diferentes, haciendo de nuestro variado paisaje, su principal fuente de inspiración.

En este grupo debe mencionarse a Jorge Vinatea Reinoso quien pese a su corta vida, dejó una abundante obra en la que plasma su sensibilidad y una especial habilidad en cuanto al uso del color. Sus cuadros son un bello testimonio de nuestra riquísima realidad, humana y geográfica. Mario Urteaga, de origen cajamarquino y artista autodidacta, logró captar con gran talento e intuición el espíritu del hombre andino, dejándonos en sus obras, bellos reflejos de la simplicidad y grandeza de la vida rural cotidiana. Ricardo Flórez se compenetró íntimamente con el paisaje serrano y desde 1944 hasta su muerte, relativamente reciente, radicó en el pueblo de Tomaiquichua en las serranías de Huánuco y, utilizando la delicada técnica del puntillismo, plasmó la extraordinaria luminosidad de los parajes andinos.

Entre los representantes de este grupo, cabe mencionar a Enrique Masías, Francisco González Gamarra, Wenceslao Hinostroza, Antonino Espinoza Saldaña, Manuel Domingo Pantigoso, Reynaldo Luza, Pedro Azabache, Jorge Segura y otros. 


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